Dra. Rosabel Maza

1. Una mirada a los mecanismos de defensa en el colegio

Por: Rosabel Maza

Una mirada cognitiva a los mecanismos de defensa en el ámbito escolar

Como premisa consideraremos a los mecanismos de defensa en el ámbito escolar como mecanismos adaptativos. Cramer (1987) define los mecanismos de defensa como una operación cognitiva que funciona como protección para la persona ante los efectos de la ansiedad. El ámbito escolar trae consigo la exposición del niño a un sinnúmero de experiencias nuevas. Sólo el hecho de exponerse a situaciones diversas y de heterogénea dificultad, trae consigo la posibilidad de frustración, de exigencia, de competitividad, etc. Las defensas que reconocemos en los niños son adaptativas pues les permiten continuar funcionando en situaciones que le generan ansiedad. Las defensas utilizadas son activadas para mantener el equilibrio psicológico (Cramer y Block, 1998).

Los mecanismos de defensa siguen una secuencia predecible en el desarrollo de la persona. Es decir, desde la infancia (donde aparecen) continúan siendo utilizadas hasta la adultez en situaciones similares, instalándose individualmente según la situación. Como tales periodos de desarrollo involucran un desarrollo cognitivo en aumento, la persona usa las defensas más complejas mientras más edad tenga, y las más simples o primitivas en edades tempranas; esto lleva a afirmar que existen mecanismos de defensa apropiados para una edad en el desarrollo del niño (Cramer y Gaul, 1988).

Los principales mecanismos de defensa en ámbito escolar son las de negación, proyección e identificación. Cramer, a través del trabajo empírico, las identifica como primordiales en el día a día del educando.

    1. La negación, defensa típica de los niños en edad preescolar ante los situaciones estresantes, aparta la atención fuera de los estímulos nocivos o peligrosos, negando su existencia. Durante las relaciones del niño con un ambiente estresante, las conductas que demuestren afirmaciones de negación de lo que está sucediendo, percepción inesperada de optimismo, bondad o gentileza en una situación donde claramente no la hay, negar sentimientos, “no ver” el estímulo amenazante, etc., Este recurso se resume en “no existe eso” que me angustia o hiere. Lo que ocurre es una pobre diferenciación entre los estímulos internos y los externos (típico en edades tempranas).Tanto las relaciones sociales (expsición de diferentes experiencias en grupos familiares osociales), como el creciente desarrollo cognitivo contribuyen a reducir el uso de esta defensa; sin embargo, a nivel de la fantasía, aún puede seguir utilizándose sin distorsionar la realidad (por ejemplo, cuando los niños desfocalizan la mirada y sueñan despiertos).

 

    1. La proyección es utilizada por niños en edad escolar y es más madura que la negación. El niño, en esta etapa, reconoce mejor lo que ocurre fuera de él (la realidad) y dentro de él (sus fantasías); similarmente, está aprendiendo normas sociales que las interioriza y controlan ciertos pensamientos y sentimientos que en estas edades son considerados inaceptables. La proyección funciona atribuyendo las características propias que son desagradables o inaceptables. “No soy yo, son ellos” es una afirmación que podría resumir el uso de la proyección. Los niños que utilizan la proyección en situaciones de ansiedad, no muestran una seria distorsión de la realidad. La proyección es utilizada a través de la niñez y adolescencia. Atribuir la propia agresividad o sentimientos hostiles a otros, la suspicacia, afirmar conocer y saber las necesidades e intenciones de otros, percepción de ser amenazado sin bases objetivas, etc., son indicios del uso de la proyección.

 

  1. El mecanismo de identificación: “No son ellos, soy yo” es una afirmación que podría ser identificado en esta defensa. Ocurre cuando se toma como propio ciertas cualidades o características de otras personas o personajes, cuyos efectos mejorarán la propia seguridad y autoestima. Durante la adolescencia, esta defensa un papel importante. La imitación de actividades y características de personajes, la autoestima conseguida a través de la afiliación con otras personas, etc., son expresiones de la identificación.Sabemos que las situaciones bipolares (éxito-fracaso) tienden a ser percibidas como amenazantes a la propia autoestima. En tales situaciones, los niños (así como los adultos) utilizan generalmente la negación para protegerse de la sensación de fracaso, mientras que los niños ante el éxito tienden a utilizar más defensas de identificación (Cramer y Gaul, 1988).

La diferencia de género influye en cómo los niños y las niñas utilizarán los mecanismos defensivos. Por ejemplo, los varones tienden a orientar más sus reacciones defensivas hacia el exterior (hacia el mundo externo); los niños son, entonces, más “acting out”, descargando hacia fuera de sí mismos sus emociones o culpando a los demás por su propio fracaso. Las niñas, contrariamente, tienden a orientan sus respuestas hacia el interior (mundo interno) (Cramer, 1983). Es más esperable, por lo tanto, ver que los niños expresen sus quejas, agresión y reacciones a la frustración hacia las personas, los objetos y la situación externa en general. Las niñas, son percibidas con comportamientos que reflejen volcar hacia sí mismas las frustraciones, agresividad o emociones displacenteras; y es más probable también que el fracaso sea atribuido a sí mismas.

La violencia en casa,en el ámbito escolar o en la comunidad ejerce un efecto negativo notable en el desarrollo del niño. La violencia genera la aparición de mecanismos de defensa capaces de proteger al niño contra agresiones y contra fuentes exteriores de angustia. Por ello, cuando la energía de los niños se consume en su defensa propia o en miedos producidos por la violencia, tienen mayores dificultades en la escuela. Los niños traumatizados por la violencia pueden padecer de una memoria distorsionada y sus capacidades cognitivas pueden ser perjudicadas . (Terr, 1983).

Para controlar sus miedos, es posible que los niños quienes viven en un ámbito de violencia repriman sus sentimientos. Este mecanismo de defensa los afecta en su vida inmediata y puede causar un desarrollo patológico al largo plazo. Asimismo, puede interferir en su capacidad de comprensión e interacción con otras personas de manera significativa y hasta en sentir empatía por ellas. (Gilligan, 1991).
Los niños quienes son traumatizados por la violencia pueden tener dificultad en imaginarse a sí mismos en papeles de importancia en el futuro. Los niños quienes no ven un futuro positivo para ellos mismos tienen dificultad en concentrarse en las tareas inmediatas como en el aprendizaje y en la socialización.

Los niños precisan sentir que tienen la capacidad de controlar y tener autonomía. Cuando aparecen restricciones a su espontaneidad de actuar, la sensiación de impotencia es una manera de violencia que repercute en inseguridades y discapacidad en la toma de decisiones cognitivas.

Se puede identificar a un niño con estrés dentro del del ambiente escolar. Este muestra: monotonía, aislamiento, irritabilidad, reacciones en la adaptación a cambios, mal manejo de sus impulsos, apatía, desorientación, entre otros. Los niños van exhibiendo conductas que intentan adaptar al estresor, y éstas son el uso de mecanismos de defensa. (Chandler, 1985; Chandler, 1994; Chandler y Maurer, 1996) (Cramer, 1987), inclusive desde la edad preescolar (Cramer y Block, 1998).

Concluímos que aspectos subjetivos y cognitivos tienen una relación dependiente. Los niños se contaminan en ambietnes familiares desgastantes y muchas veces muestras a nivel pedagógico señales que nos ayudan a la comprensión de su estado mental. Los vínculos entre las ideas y los sentimientos son fundamentales en la comprensión de la evolución y la estructura mental de un niño. Podemos ver muestras de la vida psíquica de un niño a través de sus representaciones escritas, de sus representaciones artísticas y verbales. Es necesario que todo profesor evalúe la posibilidad de intervenir acertadamente en la comprensión de la formación de la identidad y de la personalidad de sus niños, sin tener a su vez, mecanismos de defensa de negación, proyección o diferenciación. Los niños necesitan una mirada cercana a sus dificultades en un ambiente de acogida y reflexión. Mantengamos nuestra mirada cercana en todos los procesos cognitivos de los niños: cuando perciben, reconocen, imaginan, simbolizan, juzgan, memorizan, aprenden, piensan y razonan. En cualquiera de estos procesos fuera de la conciencia se pueden reconocer procesos internos afectivos. Reconozcamos que los procesos de defensa restringen o interrumpen el intercambio afectivo-cognitivo. El desarrollo del niño debe permitir que el intercambio afectivo-cognitivo sea plástico y que fluya equitativamente.

Considero que un modelo integral psicológico debe dedicarse a unificar marcos teóricos que abarque los conceptos clínicos del psicoanálisis y pedagógicos. El hacer puentes entre la cognición y los mecanismos de defensa puede facilitar el desempeño y desarrollo saludable de los niños. El psicoanálisis puede retroalimentar la revolución cognitiva puesto que en las últimas décadas se ha cambiado la forma de conceptualizar los procesos físicos, mentales y emocionales.

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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