Dra. Rosabel Maza

3. Dilema moral entendido a través de Kant

Por: Rosabel Maza

Dilema moral entendido a través de Kant

Nos enfrentamos a dilemas morales diariamente, a continuación, haremos un ejercicio utilizando las herramientas de la filosofía práctica de Kant e incorporaremos una mirada psicoanalítica al concepto de Dios y de fe que se encuentra enmarcado en la Cultura. Esta vez será analizando un paraje de “Silence” escrito por Shusaku Endo, en el que pareciera que existiera un conflicto entre mandatos éticos obligatorios.

“Al recibir la noticia de que el sacerdote había sido capturado, el Shogún Inohue Tokugawa pidió que lo trajeran ante él. —Cristiano, conozco bien tus creencias. Tu Dios te pide que sigas su ejemplo y que seas fiel a él hasta la muerte. Te pide que seas el pastor de tu rebaño y que entregues tu vida por cualquiera de estos miserables. Pero también te pide que nunca lo niegues a él como verdadero Dios, porque la apostasía es un pecado grave. Un cristiano debe preferir la muerte antes que declarar ante los hombres que Cristo no es verdadero Dios. Pero yo te digo que tu Dios es muy severo. Te pide cosas que no puedes cumplir. He mostrado muchas veces que no se pueden cumplir. Les he pedido a muchos padres que apostaten para salvar la vida de sus fieles japoneses, y he visto cómo algunos se han lanzado al mar junto con ellos antes de negar a Cristo. Han sido fieles a su Dios, pero han matado también al rebaño. No se pueden cumplir los dos mandatos. Tú eres un padre que no dejarás que ahoguemos a uno sólo de tus hijos. Pienso que apostatarás, y que creerás haber hecho bien y estar en paz con tu Dios y con tu conciencia. Por eso, tu prueba será más difícil. Habrás de apostatar para salvar la vida de estos infelices, pero no te enviaré desterrado después a Portugal. Después de declarar públicamente que Cristo no es Dios, te quedarás en estas islas durante el resto de tu vida, y serás mi traductor. Quiero que traduzcas para mí los libros de la astronomía de Inglaterra y Portugal, y que vivas para siempre con la duda de haber sido un cobarde. Luego de varios días de meditación en el calabozo, llegado el momento, el jesuita Ferreira apostató en una ceremonia pública delante de las autoridades, el pueblo y los campesinos cristianos.”

Si bien la teoría de conocimiento de Kant se concentra en fundamentar la Ciencia, es decir, en el sujeto mismo que obtiene experiencias de los fenómenos para construir su objeto de conocimiento. Kant entiende el conocimiento de Dios como una idea relacionada a la razón pura. En este paraje discurrimos entre la razón pura, el entendimiento y la sensibilidad del jesuita que está puesto a una prueba irrefutable. Un dilema que ha de resolver. La experiencia de Dios no es una experiencia a priori, independiente de la experiencia , ni condición de posibilidad de toda experiencia, es una idea vacía que dota de contenido a las formas vacías del intelecto y nos proyecta a realizar síntesis mayores de pensamiento.

Dios es una entidad trascendente y causa del mundo. Su existencia no se puede conocer pero sí postularla, relacionando la reflexión al mundo moral. Este dilema no duda la demostración de la existencia de Dios. Ya que los argumentos físico-teológico (Dios como causa de la finalidad del hombre en el mundo), cosmológico( Dios como causa necesaria de la existencia de todo lo real) y ontológico (Dios como el ser perfectísimo) los confirman , a pesar de que el mismo Kant, en “Crítica de la razón pura” consideró que escondían errores que podrían hacerlos inaceptables, sin embargo, no negó la existencia de Dios, ya que lo imposible del acceso a su conocimiento científico se relacionaba al concepto de “fe racional”.

Para entender el proceder del sacerdote Ferreira, tendríamos que primero entender los fundamentos práctico-materiales que determinan el principio de la moralidad: Estos son de dos tipos, subjetivos (externos : de la educación y constitución civil; e internos: del sentimiento físico y sentimiento moral) y objetivos: ( internos: de la perfección; y externos: de la voluntad de Dios) . Analizando, vemos que los objetivos, están sustentados por la razón . Si el deber del sacerdote es el de “nunca negar a Cristo como el verdadero Dios”, nos referimos a un concepto de lealtad y del deber dentro del uso privado de la razón.

Es un uso doméstico en la Iglesia , donde los sacerdotes representan a una institución y son investidos por un autoridad moral. Sin embargo se contrapone con un momento histórico del Siglo XVI en el que en época de guerra y polaridad, el japonés pide que niegue el sacerdote a su amo, lo que culturalmente representa una traición, que es negar a su superior, y lo hace basándose en el uso privado de su Institución, como minoría heterónoma en situación de confrontación política. Es una coacción frente al libre albedrío del jesuita, donde ajustándose a su moral , su libertad interna es la que prima, por eso la moral aparece como “imperativo categórico”, donde una exigencia se coloca frente a él. No está oponiéndose a libre albedrío, él escoge y escoge sacrificarse por, se ofrece por salvar a sus prójimos. Está simulando y repitiendo la acción de quien él mismo contradice en “coacción”. Repite lo que Cristo hizo, no perdió su libertad, él ejecutó la libertad de su pensamiento práctico, se sacrificó tal y como su maestro se sacrificó por su prójimo que es el ser que encarna a su Dios.

El enjuiciamiento moral no tiene punto de partida en lo que existe, no gira alrededor de reglas de deducción para saber cuál es el comportamiento del hombre sino que está muy por encima del conocimiento teórico. El conocimiento moral no depende del comportamiento de los hombres, porque no hay observación empírica que justifique una ley moral, y que determine si obró bien o mal el hombre. Kant demuestra en su teoría que la filosofía moral que los juicios sintéticos a priori en la moral son universales y necesarios. Y ellos tienen su fundamento en la existencia de la razón práctica.

Su concepto del deber se forjó con el sentimiento de una ley, que se convierte en sensación y que sólo lo piensa la razón, no supone una contradicción, ya que no se hace una jerarquización. La autonomía de la voluntad, como ley básica de la razón pura práctica, es cuando “la razón pura es por sí sola práctica y proporciona una ley universal que damos en llamar la ley moral”. El factum es innegable , el jesuita está ajustando el juicio que se le impone, con la ley de sus acciones. Su razón permanece incorruptible, y se coteja con la voluntad pura y consigo mismo ya que su principio de moralidad, como universalidad de la legislación lo convierte en un fundamento formal, para determinar la voluntad al margen de la diversidad subjetiva del momento histórico en el que vive. La autonomía de su voluntad es el único principio de todas las leyes morales. El único principio de la moralidad es aquel el que utiliza Ferreira, el de independizar la ley de la materia y determinar el albedrío mediante una forma universal.

El Sumo Bien es la síntesis entre virtud y felicidad, su realización última es la condición de posibilidad de la moralidad. Esto nos lleva a pensar en un sentido epicúreo en el que la moral y el deber, contribuyen al aprovechamiento de la vida de la voluntad de Dios. Aunque la vida buena no necesariamente coincide con una vida feliz. La ética no descansa en alcanzar la felicidad, pero sí la felicidad de la vida humana que tiene acceso al Sumo Bien, a ésta nos referimos. Ya que en él, se unen ambas aspiraciones, la virtud y la felicidad, como síntesis de la experiencia moral.

La deducción de los principios de la razón pura práctica que Ferreira hace, muestra que se entrelaza la razón pura práctica a la conciencia de la libertad de la voluntad. Entiende Kant, que cuando “la máxima según la cual estoy dispuesto a dar un testimonio queda compulsada por la razón práctica, considero siempre con arreglo a ello cómo sería dicha máxima si pasara por ley universal de la naturaleza ”. Es decir, que cualquiera se vería apremiado a la veracidad. La ley natural no puede pasarse por declaraciones probatorias a aquellas que son deliberadamente falseas. La máxima que adoptó el jesuita en la que dispuso de su vida, fue la de no poner término a su vida arbitrariamente, ya que ello no supone un orden de la naturaleza.

El uso público que dirimió fue el de su libertad interior que entró en debate con un acto de falseamiento de su verdad o libertad interior, ya que no fue mentira el contradecir una verdad inconmensurable. En este momento, el debate y el dilema se da en un contexto donde la voluntad libre, no se ve determinada hacia máxima que por sí misma va contra la naturaleza. Cuando las dos pares de la filosofía, naturaleza y libertad, se enfrentan, hay ¡un inmenso abismo! , dice Kant.

No se puede jerarquizar “amar a Dios sobre todas las cosas” y “amar a tu prójimo como a ti mismo”. Si los hombres son la encarnación de Dios, al salvar al prójimo, él está salvando también a un ser que contiene divinidad. Lo suprasensible que es la divinidad, se torna sensible al otorgarle realidad objetiva a los hombres. Cuando la ley somete a la voluntad en contra de la naturaleza, el fundamento determinante es la pura capacidad de razonar y esto es la . Ferreira no pierde lo más preciado de sí, su libertad interior y su asentimiento a una fe racional. Su fe racional lo lleva a tener un convencimiento subjetivo no probado científicamente pero sí es racional porque no vienen dados por exigencias de la revelación sino de la propia razón.

Imagino que la conciencia de la inmortalidad del alma como thelos es la que fortaleció la decisión de Ferreira, su virtud no es inmediata , puede darse en un tiempo infinito para su realización plena, porque el Sumo Bien no se realiza en este mundo y la recompensa se obtiene en otro mundo.
Freud (1930) en El Malestar en la cultura , habla de las contradicción de un mundo con la presencia del mal y de Dios en simultáneo. El malestar que la cultura trae es el acceder a la felicidad, y al principio del placer, y hallar una finalidad en una vida que vaya más allá de la religión o de la política, la felicidad en sí misma es la meta. Sin embargo, esta meta es irrealizable, ya que la búsqueda de satisfacción se reemplaza por una renuncia al goce en pos de una felicidad prometida en el más allá. La cultura impone al hombre renunciar a sus pulsiones para acceder a ella. La cultura lleva a la renuncia.

Así, Freud se refiere a Kant como el autor de la gran teoría donde el espacio y el tiempo rigen universalmente la sensibilidad. Es decir, que el tiempo y el espacio rigen las formas del pensamiento. En el análisis del caso presentado del jesuita Ferreira, podríamos considerar que el pensamiento de Kant está preservado espacio-temporalmente. No importa la época, ni el espacio en el que se dio tal decisión. La fundamentación de dicha situación es una generalización.

En este marco de referencia, el Superyo es más amplio que la moralidad porque incluye una vasta gama de ideales o normas que no tienen mucha relación con lo correcto o el bien moral, sino con nociones de estética o convenciones sociales. El Superyó, nos replantea lo normativo de la pulsión, como eje central aunque diferente de la ética tradicional. El Superyó aparece satisfaciéndose en la renuncia, las renuncias llevan a la insatisfacción de lo pulsional, pero a satisfacciones de la cultura Sin embargo, el superyó posibilita la mentira para la existencia del sujeto ético. Ya que el ser humano no sostiene su acción en la coacción exterior sino en el mandato interior. Desear algo y hacerlo es lo mismo para el psicoanálisis, y el inconsciente es prueba de ello. La paradoja se da en que el malestar de la cultura del Siglo XVI se atemperó con la renuncia de la creencia de Dios, más no mermó la sustancia ética del jesuita Con esto cierro esta reflexión. Ferreira, necesitó un sentido auténtico de consistencia interna para su decisión final.

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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