Dra. Rosabel Maza

8. Las mujeres y el poder -una visión psicoanalítica

Por: Rosabel Maza

 Las mujeres y el poder -una visión psicoanalítica 

 

“Las formas de la sensibilidad y las categorías del pensamiento humano¹ que son  en sí mismas manifestaciones de este poder² limitan a la mente de tal manera que es normalmente imposible no sólo ver, sino concebir por encima del asombroso espectáculo fenoménico, lleno de color, fluido e infinitamente variado”   Kant Crítica de la razón pura , Sánscrito Mayashkti en:  J.Campbell, El héroe de las mil caras                                                                                           

 

Introducción

                     En pleno siglo XXI -con propuestas de igualdad en el desarrollo de ambos géneros- , es innegable la emergencia de mujeres en posiciones de poder e influencia. Asumiendo ellas, múltiples roles en la sociedad y en la política, antes inimaginados. Estos roles y despliegue de responsabilidades trae de por sí valoración como profesionales, empresarias, o políticas.   Su participación es parte del desarrollo sociocultural  que promueve los derechos de las mujeres y la inclusión de la cuestión de género en la agenda política nacional. Haremos, un paralelo de cómo el género tuvo su desarrollo en el psicoanálisis.

Desde hace décadas, los estudios de la mujer vienen cuestionando el lugar asignado a mujeres y varones, sobre todo, cuando existe aún una mirada central de lo masculino en las bases de los discursos sociales. Estos desarrollos nos demandan revisar histórica y socio-culturalmente las representaciones existentes sobre los géneros. De esta manera,  lo edípico, que enmarca la pulsión y la diferencia de sexos, deja de tener el impacto que tuvo con anterioridad.

Como decía Simone de Beauvoir “no se nace mujer, se adviene a serlo”. Intentaremos a través de esta revisión, profundizar sobre la construcción de la subjetividad femenina, subrayando en el camino la internalización de las normas, su articulación con el sentimiento de culpa y aquellas problemáticas relacionadas al superyó psicoanalítico.  Es decir, que para entender su rol en la política, haremos una revisión de los fundamentos psicoanalíticos que dan origen y desarrollo a las estructuras intrapsíquicas normativas.

 1. Un mirada psicoanalítica del concepto de género

 El concepto de género permite articular la feminidad y la masculinidad en una dimensión psicoanalítica partiendo de un enfoque intersubjetivo.  El concepto de género definido como  “dimorfismo de respuestas ante los caracteres sexuales externos como uno de los aspectos más universales del vínculo social”.(John Money, 1982)

Desde esta perspectiva, el género, en tanto organización simbólica, es un preexistente, en el cual todo niño/a va a estar inmerso.  Un mundo lingüístico y de relaciones humanas impregnadas de distinciones de toda clase: vestimenta, actitudes, gestos, lenguaje, funciones, roles y valores. Coexistiendo, por lo tanto, en la subjetividad los fantasmas de género con los fantasmas de sexualidad, a los que los primeros imprimirán su sello estructurante. En consecuencia, habrá efectos significativos desde y para la intersubjetividad.

Desde el psicoanálisis, el género es un aporte conceptual  que favorece el poder pensar la constitución  subjetiva de la identidad, la estructura imaginaria del yo no como algo neutro sino emergiendo femenino o masculino desde sus orígenes.  A pesar de que el concepto de género no pertenece al psicoanálisis clásico,  permite reflexionar sobre cómo se constituye la identidad temprana y cómo la propia historia del complejo de Edipo se inscribe  sobre una identidad de género del yo ya formada.

  2. Una visión psicoanalítica

2.1. Freud y lo normativo

El problema principal radica en que Freud usa el desarrollo del varón como punto de referencia para explicar tanto el superyó masculino como femenino y por lo tanto el género masculino determina de antemano los ítems que se consideran para definir al superyó: la posesión o no del pene, el temor a la amenaza de castración, etc. Freud mismo hace referencia a esto en Algunas consecuencias psíquicas de la diferencia sexual anatómica (1925), cuando refiere:

 “…siempre hemos tomado al del sexo masculino, al pequeño varón, como objeto de nuestras investigaciones. Suponíamos que en la niña las cosas debían ser análogas, aunque admitíamos que de una u otra manera debían ser también un tanto distintas. No alcanzábamos a establecer en qué punto del desarrollo radicaría dicha diferencia”.

 Al ser este desarrollo el que se toma como referencia, todo lo que suceda en la niña se describe en oposición a lo que se ha presentado como modelo ejemplificador. Así Freud considera que la mujer tiene menor sentido de la justicia que el hombre, que es más reacia a someterse a las grandes necesidades de la vida, que es más propensa a dejarse llevar en sus juicios por los sentimientos de afecto y hostilidad. Sin embargo, la práctica clínica contradice esta idea de un superyó más laxo en la mujer porque sino ¿cómo explicar en la mujer el vigor y el éxito de la represión del deseo sexual, la frecuencia de los sentimientos de culpa y la tendencia al masoquismo que caracteriza al superyó femenino? Freud señala que el superyó de la mujer es más laxo debido a que nunca llega a desligarse de sus orígenes afectivos debido a que al no haber algo, como en el hombre, que la obligue a abandonar el complejo de Edipo e identificarse con la madre, éste queda como un resto de la sexualidad infantil. Además tampoco existe en rigor, salvo su resentimiento por no haberle dado un pene, que la obligue a separarse definitivamente de la madre antes de dirigir su mirada al padre. Por lo tanto, no hay nada que la obligue tajantemente a abandonar los contenidos de su sexualidad infantil.

El asunto es que antes del Complejo de Edipo y antes del complejo de castración, para Freud no hay diferencia de los sexos. En un pequeño artículo de 1923 Freud literalmente refiere:

 “En el carácter principal de esta organización genital infantil hallamos, además, su más importante diferencia de la organización genital definitiva del adulto. Este carácter diferencial consiste en que el sujeto infantil no admite sino un solo órgano genital, el masculino, para ambos sexos. No existe pues una primacía genital, sino una primacía del falo”

El falo es una premisa universal que afirma la existencia del pene como único órgano sexual. Esta primacía del falo implica que si bien se nace hombre o mujer, no se es masculino o femenino por derecho prescrito sino según se asuma o no su propio sexo durante el Complejo de Edipo. Es más, la diferenciación sexual constituye una de las funciones que se le ha reconocido al Complejo de Edipo.

Por lo tanto, un punto central a cuestionar se refiere a las consecuencias psíquicas de las diferencias anatómicas, la consiguiente envidia del pene por la mujer y su incidencia en la formación del superyó.

  2.2.        Postura Contemporánea:   la importancia de la etapa pre-edípica en la mujer

Autores contemporáneos, como es el caso de Nora Levinton y Hugo Bleichmar, plantean la necesidad de establecer la hipótesis de un superyó femenino que pueda ser pensado no como variación del modelo masculino. Además refieren que se debe dar prioridad a otras temáticas que no quedan necesariamente selladas en el conflicto edípico, que van más allá de lo que se articula respecto a la sexualidad en torno al complejo de Edipo y que representan la génesis de la instauración del sistema normativo en la niña.

En Sobre la sexualidad femenina (1931), Freud otorga a la fase pre – edípica en la mujer una significación mucho mayor que en el hombre. Sin embargo, posteriormente vuelve a centrarse en sus ideas en torno al complejo de castración.

El enfoque modular- transformacional  de H. Bleichmar describe al psiquismo como una organización de múltiples sistemas motivacionales que movilizan distintos tipos de necesidades y deseos (hetero-autoconservación -incluida la regulación psicobiológica-, apego, sensual/sexuales,  narcisista), sistemas que, en su articulación, generan transformaciones de un sistema sobre los otros.

La femineidad es específica en la medida que es la prevalencia de la motivación de apego en compleja articulación con el sistema narcisista, proceso de articulación que se inicia en la infancia temprana y se reinviste a todo lo largo del ciclo vital. El reaseguramiento de los vínculos afectivos se constituye en el eje organizador de la feminidad. Lo que conlleva una enorme dificultad para la regulación psicobiológica cuando se halla tan sobreenvestido el mundo emocional y las relaciones afectivas en particular.

Los contenidos temáticos del superyó serán,  por una parte, las normas que fijan lo aceptable y lo reprobable en el orden moral, prescribiendo  como mandato de género  privilegiado el cuidado de la vida y las relaciones, la entrega, la capacidad para la empatía. Rasgos que condicionan el comportamiento en relación al objeto, e imponen imperativos categóricos. Y los ideales  que hacen referencia a las aspiraciones autoimpuestas para tener un sentimiento de sí misma valioso . Por el reforzamiento de los vínculos, de la primacía jerárquica de la motivación de apego, la sanción más temida será la amenaza de la pérdida de amor .

En cuanto a la estructura del superyó, como conflicto básico se destaca que  el incumplimiento del sistema normativo  produce culpabilidad cuando se transgrede y sufrimiento narcisista cuando no se  alcanzan los ideales.

La modalidad de funcionamiento está dada por las reglas de cumplimiento de las normas e ideales. Correspondería al concepto de “metaideales”, propuesto por H. Bleichmar, que son creencias inconscientes, no formuladas, que determinan el grado en que al sujeto le es admisible el apartamiento respecto de los ideales. La  severidad del superyó se basa en esta condición funcional -ideales sobre el cumplimiento de ideales-,  y no en las temáticas de los contenidos de los ideales particulares. En el caso de la niña vemos como va estableciendo un código de autocensura conforme al modelo de los metaideales condicionados por el género.

3. Teóricos  postmodernistas en relación a la dominación

Una creencia común es que  la dominación, subyugación e injusticia  juegan un rol principal en el modelamiento de las vidas de los seres humanos  (Kincheloe & Pinar, 1991). Los teóricos críticos postmodernistas han sustentado una perspectiva estructural que propone que la emancipación y justicia social puede ser adquirida a través de alguna forma de  crítica racional.  Ellos puntualizan la complejidad y ambigüedad de las sociedades  humanas y la forma ideosincrática en que los individuos, comunidades, y localidades son influenciadas (Kincheloe & Pinar, 1991).

Pero qué son estas influencias que provocan cambios estructurales dentro del ámbito de género?, cómo las mujeres, reducidas por siglos al ámbito privado, han logrado aspirar a participar en actividades  del ámbito público? Siendo esta una esfera predominantemente ocupada por el hombre. ( Urquiza, 1995).

“El lugar de la mujer en la vida política no podía se ajeno al <lugar> asignado  a ella en los demás ámbitos de la sociedad. La distinción entre lo público y lo privado y la asignación de roles genéricos, en relación con ellos, fue el resultado de construcción social de larga duración. El él, las mujeres fueron adoptando distintas estrategias y formas de organización; aunque en muchos casos sostenían objetivos diferentes y no pocas contradicciones.” (Urquiza,1995,p.47)

Si tuviéramos que señalar un hecho que simbolice el <nacimiento formal> de las mujeres como sujeto político, coincidiríamos en citar la aprobación de su  derecho al voto . Así se consiguió un derecho fundamental para las mujeres buscado durante un largo tiempo. Sin embargo, encerraba una contradicción significativa: las mujeres se constituyen en sujetos políticos por una decisión tomada desde el poder con la impronta de una cultura que no modifica sus roles sociales substanciales.

Se logra una conquista, pero no se reflexiona sobre el lugar subordinado de la mujer en la sociedad. Sabemos que los cambios se van dando lentamente, así, se va incluyendo a mujeres en  roles en los que se les pide toma de decisiones, participación en acciones sociales y culturales , tareas administrativas, sin embargo, aún persisten obstáculos para valorarlas en roles protagónicos.

Burin (1987) describe el factor de “techo de cristal” como factores  culturales invisibles  que producen condiciones discriminatorias hacia las mujeres . Así,  a pesar que muchas mujeres convalidan ideales sociales y familiares sobre una ética femenina de “hacer lo correcto” , a la larga, muchas mujeres se encuentran con un mercado laboral cuyos ideales y valores se han transformado por efecto del pragmatismo imperante , y el mandato social actual es “ ganar dinero rápido”. Noción que el fin justifica los medios, y que el valor es el dinero, en contradicción con los valores de sus ideales con los que iniciaron sus metas.

 Aparecen obstáculos inherentes a la construcción histórico-social del rol de la mujer. Se suman dificultades que aún tienen las mujeres para expresar sin reservas sus aspiraciones a puestos de poder y construir estrategias de género. Mas aún, en no pocos casos, se les considera para adoptar roles secundarios o de subordinación, como una estrategia para luego ascender en la política y concebir el acceso a cargos como privilegio y no como un derecho. De este modo se contribuye a reforzar la lógica masculina de poder. (Urquiza,1995)(Bustamante,1996) (Hola,E, 1987)

Desde luego, la restricción del acceso de la mujer a los lugares de poder no está asociada con <limitaciones de género>o con factores de concentración del poder, en pocas manos o ausencia de democracia real. Esta restricción más bien es considerada con cuestiones vinculadas con su formación o capacidad ( Urquiza, 1995,pg.53)

Es más, cuando  existe la presencia de figuras femeninas en la escena política nacional es la de una “mujer símbolo”,( Bustamante, 1996, pp. 201) , cuyo objetivo es  captar el voto femenino en los procesos electorales, y al mismo tiempo, servir al partido postulante para que pueda pretender ante la opinión pública una supuesta igualdad entre sexos y no una discriminación hacia la mujer. Sin embargo, esta mujer símbolo carece de respaldo efectivo  que le permita realizar los planes concretos en beneficio de la sociedad en la que se desenvuelve, y en pro de la misma mujer.

El lugar de la mujer , presenta rasgos como expresa Giddens, A (1991)“<La pauta global de la representación de las mujeres en el gobierno corre pareja con la de la mayoría de las restantes esferas de la sociedad; pero sobre todo porque <en la arena política se concentra un elevado nivel de poder, quizá los hombres son especialmente reluctantes a renunciar a su dominación en un ámbito como ése>”

En general , existe consenso en señalar que las mujeres son conservadoras en política, o menos radicales que los hombres. Se sostiene que históricamente muestran una menor participación política, y que desempeñan un rol marginal y secundario  debido a su falta de interés. ( Hola,E.  1987,pp.78)

La legitimidad en el poder de las mujeres, se asienta en el discurso modernizante que postulan y en su cercanía a organismos internacionales, lo que les permite movilizar y canalizar recursos de todo tipo.  Sin embargo, entre ellas mismas, existen diferencias sociales, ideológicas y generacionales significativas.

4.Conclusiones sobre el papel de género en la Constitución del Superyó femenino en relación a roles de dominación y poder

 (1)                           Es importante cuestionarnos cómo los fantasmas de género dentro de la subjetividad imprimen sobre  los fantasmas de sexualidad, por ello la intersubjetividad estará impregnada  de una historia inscrita sobre una identidad de género del yo ya formada. Esto significa cómo lo femenino y su desarrollo determina diferencias en cuanto la expresión de su identidad, y cómo esto justificará determinadas actitudes y roles dentro de su futuro inmediato.

(2)                           La subjetividad femenina tiene como poder explicativo: la envidia fálica, la construcción del narcisismo femenino, los rasgos de su sistema superyó-ideal del yo, sus sistemas de identificaciones, etc. Estas, integradas, ofrecen respuestas a preguntas sobre los cambios históricos que han padecido las mujeres, cambios económicos y sociales que han implicado profundas transformaciones en las definiciones sobre femineidad, y suponen la existencia de una movilidad pulsional antes desplegada con los hijos y ahora con un destinatario diferente: donde se está invistiendo libidinalmente otros objetos como en la inserción laboral, participación social, ampliación de actividades recreativas, estudios, etc.

(3)                           El transitar hacia la política es un camino difícil para las mujeres. Ya que rompen los mundos genéricos, dejando el ámbito doméstico y se apropiación  de ciertos poderes para intervenir en la sociedad. Poderes considerados socialmente como específicos del género masculino, apropiación juzgada como transgresión a su identidad. Entonces, estamos hablando  que esta transgresión implica una reformulación del complejo de castración?, podemos hablar que de esta manera, esta transgresión permite suplantar su necesidad de ser aceptada en un mundo falocéntrico?  Y así suplantar una identidad no correspondida?

(4)                            La estructura normativa de génesis preedípica establece pautas normativas estrictas sobre la niña, sobre sus hábitos, reacciones emocionales, sobre lo que está permitido o censurado hacer, pensar, decir, legislando no sólo lo que es bueno o malo, sino lo que corresponde para ser mujer. Esta estructura normativa se expresará en diferentes individualidades, contextos y especificidades.  Así las diferencias internas dentro de las mujeres y las multiplicidades e individualidades de su subjetividad, permitirá que existan variaciones dentro del universo de la misma  mujer.

(5)                           Es sobre un superyó preedípico sobre el que se asientan posteriores restricciones y determinaciones , y sobre el que las instituciones de lo simbólico redoblan la prescripción del imperativo.  Imperativo que permitirá el liderazgo y empoderamiento en mujeres.

(6)                           Una alta valoración narcisista caracteriza el vínculo de apego en las mujeres: cuidar y ser cuidada. Esto  se inscribe   tempranamente como organizador de la identidad femenina. A nivel macro, el cuidar implicaría desplegar roles sociales multipartidarios, y multidisciplinarios.

(7)                           En la identidad femenina se consolida una estrecha, permanente y vigorosa articulación entre dos motivaciones básicas del sujeto: las necesidades de apego que se convierten en fuertes motivaciones para el establecimiento de vínculos de cuidado, que ofrece a la mujer la oportunidad de sentirse necesitada, y un sentido de sí misma: de allí   la  narcisización del apego. El reconocimiento y valoración  será inevitable para el sentimiento o fantasía de ser necesaria y  narcizarse en el proceso.

(8)                           Las discrepancias entre el mandato de género y la sujeto mujer hacen que permanezcan aún constricciones  que sufren las mujeres en la intimidad de sus mentes -la sujeto mujer- es variable,  pero el mandato impone hacerse cargo de la vida de los otros, lo que, para muchas mujeres, resulta un imposible, o afectivo por la problemática para llevar adelante  proyectos personales o profesionales.

(9)                           La mayor dificultad reside en la depositación masiva de expectativas derivadas del apego,  lo que obstaculiza que las mujeres se valoren a sí mismas en otros espacios de experiencias. Surgen aspiraciones de tipo intelectual, y/o laborales, pero cuyos logros no alcanzan la misma satisfacción narcisista que los que se vinculan al apego.  Sin embargo, aquellas que logran sus metaideales a nivel profesional, pueden proyectar la misma satisfacción narcisista en el reconocimiento del rol desplegado y vínculos de apego con miembros a nivel laboral.

(10)                      Aparece una dificultad para poder discriminar entre deseos e imperativos categóricos, ya que las normas se narcisizan secundariamente para obtener satisfacción narcisista en su cumplimiento, y los ideales se normativizan para evitar la persecución superyoica que produce su incumplimiento.  De esta manera, lo normativo tiende a resolver conflictos primarios, mientras que los ideales, suprimen la prevalencia de lo pre-edípico.

(11)                      Sin embargo, existe un impasse cuando se hace evidente que el talento, la capacidad y la dedicación a sus trabajos, no les garantiza un éxito laboral equitativo. La exigencia de igualdad, garantías formales de tratamiento igualitario para todos, renegociaciones individuales de las relaciones privadas, la distribución de la tarea y responsabilidades domésticas, elaboración de normas aceptables para convivir con alguien, son condiciones necesarias para la reestructuración de instituciones laborales y de las relaciones de poder entre los géneros femenino y masculino.

(12)                      Como Burin describe <el género se define como la red de creencias, rasgos de personalidad, actitudes, sentimientos, valores, conductas y actividades que diferencian a mujeres y varones. Tal diferenciación, es producto de un largo proceso histórico de construcción social, que no sólo genera diferencias entre los géneros femenino y masculino, sino que a la vez, esas diferencias, implican desigualdades y jerarquías entre ambos….ponemos énfasis en analizar las relaciones de poder que se dan entre varones y mujeres.>. Proceso histórico que produce fuertes impactos en la construcción de la subjetividad femenina y muestra al superyó y sus poderosos efectos sobre el psiquismo de la mujer.

 5. Reflexiones finales

       Para finalizar, es importante  resignificar registros que permitan a las mujeres acceder a posiciones de autonomía en el sentido de individuación y control de su propia realidad, con ideales que  puedan estar tan valorizados como la concreción de una pareja o la maternidad, como lo son sus aspiraciones o metaideales a nivel profesional y político.

Lo importante es que puedan transformar los deseos, es decir, las motivaciones ya subjetivadas, y así podrán cobrar relevancia otros factores de narcisización, y la identidad femenina no estará  a merced de los  vínculos. Se trata no sólo de ejercitar nuevos roles, sino de ampliar las motivaciones para un reequilibrio del compromiso emocional y cognitivo con menor inclusión del apego.

Por último, es necesario tomar en cuenta el sistema de género como un articulador valioso entre subjetividad y cultura, entre sexualidad y narcisismo, entre ideales y comportamientos. Por ello, el psicoanálisis debe penetrar en el relato de este saber,  tener mayor amplitud sobre la representación de subjetividades como la determinación de lo femenino y lo masculino, sin tener una fuerte concepción falocéntrica como obstáculo, así esta práctica teórica, política, cotidiana en que la mujer se involucra día a día, podrá lograr escribir una historia, haciendo voces del ámbito privado a un ámbito  público , donde ella ha tenido un lugar histórico imperceptible.

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Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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