Dra. Rosabel Maza

49. La moral individual explicada desde la filosofía contemporánea y el psicoanálisis

Por: Rosabel Maza

Intentaré desde este ensayo enfatizar el proceso que tanto el psicoanálisis como la filosofía moral han tenido y tienen que aclarar a través de la ciencia, proceso que ayudará a adquirir una comprensión más profunda de alcances que ambos paradigmas han tenido en el pasado en relación a postulaciones que buscan entender el mundo psíquico y la moral.  El psicoanálisis ha logrado puntos de convergencia un siglo después de su planteamiento metapsicológico, consideramos que filosofía contemporánea moral está circunscrita en esta tendencia. Si bien el psicoanálisis plantea  una mirada teleológica más precisa; la filosofía moral y en especial aquella que busca indagar sobre el módulo moral, se muestra aún más versátil.

En primera instancia tenemos al psicoanálisis quien defiende, en sus primeros planteamientos,  el determinismo psíquico, es decir, el destino del propio hombre de sobrellevar su propia psiquis y lidiar con ella.[1] Es por ello, que seremos responsables, de diversas maneras, de nuestra conducta, no solo, retrospectivamente, sino, prospectivamente de nuestros actos.

Es aquí donde nos toca incidir en el concepto del inconsciente  y la teoría del conflicto psíquico, donde las pulsiones tienen una trascendencia vital dentro de la metapsicología Freudiana.

La evolución de la psicología trajo consigo aclaraciones de afirmaciones a priori sobre la identidad de los hechos psíquicos y conscientes. Así, los fenómenos psíquicos inconscientes o procesos subconscientes parecían una contradicción por aclarar.[2]. Se buscaba concebir dichos fenómenos como acontecimientos que se desarrollaban n en el espacio físico del cerebro, es decir,  asimilaban lo psíquico a lo biológico.

<La verdadera demostración del inconsciente reside, en el hecho real y observable de que: estados psicológicos no conscientes tienen efectos conscientes e inversamente, que estados psicológicos conscientes pueden ser inexplicables si no se apela a causas psíquicas inconscientes>  (Filloux[3] 1972, p. 6)

Bleichmar[4] propone que los hallazgos de las neurociencias dieron  un sólido apoyo a principales tesis psicoanalíticas. Los descubrimientos sobre el  doble procesamiento cognitivo y emocional, uno inconsciente y automático, de respuesta inmediata, dependiente de los sistemas subcorticales (básicamente, de la amígdala cerebral y núcleos del llamado lóbulo límbico) y otro que es consciente, y pasa por la corteza cerebral, muestran que a la tesis del inconsciente como radicalmente diferente de la conciencia  no es solamente defendida por los psicoanalistas.  Dando así,  respuesta empírica a la respuesta que Freud se planteara en Lo inconsciente (1915) sobre la existencia de una doble inscripción: una inconsciente y la otra consciente. Encontramos en este argumento una proposición demostrada casi un siglo después.

Dentro de la  teoría de las pulsiones, reconocemos dos  doctrinas de pulsiones. La primera habla de pulsiones sexuales y pulsiones del yo; la segunda, sobre la pulsión de vida y la pulsión de muerte.  Entendemos como pulsión[5] como un “proceso dinámico consistente en un impulso (carga energética, factor de motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin.”  Para Freud la pulsión tenía origen en una excitación corporal, llamada estado de tensión, su fin era el de suprimir el estado de tensión.  En alemán el vocablo es trieb[6], traducido como instinto, pulsión instintiva o impulso instintivo, término utilizado por Freud para explicar la actividad psíquica y la fuerza estructuradora del aparato psíquico. Se considera que no habría elemento energético que explicase el funcionamiento mental ni la vida misma,  si no hubiera la pulsión. Así, se da un interjuego dialéctico con  los objetos y el aparato mental del sujeto.

En el controvertido Proyecto de una psicología para neurólogos, la pretensión positivista de Freud (1891) fue de fundar la comprensión del aparato mental en términos neurofisiológicos. Se habla de estímulos endógenos que necesitan ser descargados. Estímulos que “se originan en las células del organismo y dan lugar a las grandes necesidades: hambre, respiración, sexualidad. El organismo no puede sustraérselas, como lo hace frente a los estímulos exteriores[7] Continúa diciendo que estos estímulos endógenos constituyen la fuerza que provoca ese apremio de la vida del que todo individuo se encuentra sometido.  De tal modo que surge en el interior del sistema el impulso que sustenta toda actividad psíquica, fuerza derivada de los instintos. ¿Entonces, cuál es la naturaleza de esta excitación endógena que parte de las células de organismo?  Freud contesta que “estarían constituidos… por productos químicos[8] , idea que persiguió descubrir toda su vida.

Freud[9] en Más allá del principio de placer habla de las pulsiones de auto conservación, cita la pulsión de nutrición, de poder, de ser reconocido, la pulsión gregaria o pulsión social, las pulsiones sexuales y pulsiones del Yo .  Es aquí donde extiende las exigencias del placer de procesos prototípicos primarios -bajo el instinto de conservación- a pulsiones de auto conservación, es cuando aparece el principio de realidad, que no abandona el placer sino que aplaza la satisfacción y el renunciamiento y nos fuerza a aceptar pacientemente el displacer.[10]

Especifica que la pulsión posee una naturaleza conservadora, sostiene que la pulsión  tiende a una reconstrucción de lo pasado, con el fin de tener una evolución orgánica que garantice la conservación de la vida y su repetición, la reproducción misma de la especie; pero, Freud también deriva a lo inorgánico, es aquí donde introduce la pulsión de muerte, subrayando que “la meta de toda vida es la muerte”. [11] Esta contradicción es parte del instinto de conservación, el estatus de las pulsiones de auto conservación subrayan la meta en sí, que es la objeción ante la autoeliminación, a través de la auto preservación, esa es la hipótesis de la vida instintiva pulsional, la que rige la pulsión de vida frente a la pulsión de muerte, siendo ambas parte de un mismo sistema binario, que más tarde sostendremos como paradoja circular.

Esta dualidad primitiva  de instintos del yo planteada por Freud, hace una progresión de la constatación de la pulsión inicial que asumía una actitud monista; de esta forma, se establece una dualidad y reivindica un nuevo dualismo, estableciendo una separación entre los instintos del yo o instintos de muerte, frente a los instintos sexuales o instintos de vida.

La postulación de una teoría pulsional de esta magnitud coloca los supuestos instintivos de conservación  en un equilibrio en el que conviven tanto la pulsión de vida como la de muerte. La pulsión de vida tiene como meta primordial la unión o ligadura de lo que antes estaba separado, por lo que busca la estructuración. Este supuesto nos lleva a una vinculación de lo desvinculado. ¿Es acaso esta búsqueda un modelo de la pulsión de vida y cuyo meta sea la unión y permanencia vincular con un objeto? Esta estructura biológica podría explicar los orígenes del apego postulado por Patricia Churchland que más adelante desarrollaremos.

Si esta fuerza vincular es tan poderosa como plantea Freud, estamos frente a la justificación de proposiciones inconscientes frente a esa fuerza que cohesiona al hombre a ser gregario, a desarrollar modelos de convivencia y a generar mecanismos que se empleen como poderosos intereses de auto conservación de individuos en masas. Nos referimos a formas de descarga pulsional en la estructura vincular dentro de la conformación interna del individuo, lo que puede dar lugar a la descarga y satisfacción a través del vínculo. Berenstein[12] confirma que este concepto vincular se da en lo interpersonal como en lo intersubjetivo e intrasubjetivo, por lo que la meta de la pulsión ya no sería la reducción de la tensión, sino, la unión.

La metapsicología sigue avanzando y es entonces donde Freud introduce la importancia del apego, nos habla de un instinto social que no es una fuerza primaria sino que se origina en el vínculo materno.  De aquí surge una mirada diferente hacia la preservación: el vínculo con los demás[13]. Es así que el “instinto gregario” o pulsión gregaria aplica al instinto social y las pulsiones sexuales de meta inhibida aparecen como necesarias para perdurar en lazos gregarios.

Rescatamos dos miradas; una, la de vida que genera  de vinculación y organización que es transformadora y probablemente generará orden; y,  otra, la de muerte, que es de tendencia regresiva circular. Me atrevería a decir que es aquí cuando el dualismo freudiano podría reducirse a una mirada monista dualista, aquella que apunta a la pulsión de muerte, que no existiría  si es que no tendría su origen en la vida misma y en el principio.  Hemos hecho esta trayectoria circular para darle la importancia indiscutible al principio de vida, que mantiene el canon de la evolución y progreso, donde se instala la pulsión de muerte como fin y parte del proceso auto degenerativo de todo organismo viviente, sin embargo, que pugna hacia su supervivencia y auto conservación por bases pulsionales de constitución biológica.

Luego de introducir esta perspectiva paso a ahondar en la mirada filosófica a la instancia llamada impulso de vida freudiana.

Freud [14]se refiere a estímulos endógenos que se originan en las células del organismo y dan lugar a grandes necesidades.  Estímulos que constituyen la fuerza que provoca el apremio a la vida. Freud introduce el término de pulsión como concepto que describe el límite entre lo biológico y lo psíquico y que coincide con la dualidad biológica del individuo de tender hacia su propia conservación como a la de su especie. Conjuntamente,  Mitchell[15] afirma que “el yo es pasivo frente a su propio destino” destino trazado por su propia constitución.

Frente a este determinismo psíquico, la filosofía moral contemporánea, similarmente, toma en cuenta a las ciencias para confirmar datos fidedignos que provengan de una perspectiva multidisciplinar que abarque la biología evolutiva, neurociencias,  psicología, antropología, linguística y genética y así no se naufrague en postulados indemostrables.  Marc Hauser[16], psicobiólogo de la Universidad de Harvard defiende la existencia de principios morales universales que rigen nuestras decisiones y juicios a la hora de distinguir el bien y el mal. Busca comprender los procesos cognitivos desde un enfoque evolutivo y postula que la nuestra moral es una capacidad innata no aprendida, que reside en un módulo moral, dispuesto por una serie de conexiones neuronales en nuestro cerebro. El mismo planteamiento Chomskiano para la gramática moral universal es aquel que busca coincidir con normas morales que se dan a nivel de bases neurobiológicas y su evolución.

Hauser investiga la lógica universal de la moral a través de diseños experimentales basados en respuestas ante dilemas morales,  ¿Es moralmente lícito accionar una palanca para desviar un tranvía hacía una vía secundaria, donde atropellará a una persona, para salvar a cinco personas? ¿O es moralmente lícito empujar a una persona obesa a la vía para detener el tranvía y evitar que mueran cinco personas?  Al predecir respuestas similares que favorecen la supervivencia y reproducción, y, logren mantenerse  en distintas culturas, Hauser plantea que comprobar que los juicios morales han sido moldeados por la selección natural.

No sólo Hauser nutre la postura innatista, sino también Dwyer[17] quien asume que la moralidad innata es una  competencia identificable en el curso natural del desarrollo ontogenético del ser humano. Se apoya en la lengua y en la vida moral del niño, considera que ambas competencias son necesarias para la normativa humana. Resalta que la relación intrínseca entre el lenguaje y moralidad subyace en que el lenguaje es aquel que nos ayuda a comprender la moralidad e interactuar con el entorno. Para ella, ambas competencias plantean un paralelismo sorprendente, ontológicamente, ambas poseen una gramática universal que se generaliza a través de la escasez-de-estímulos y se genera una perspectiva universalizable desde principios básicos e innatos que sobrellevan la arquitectura cognitiva. La sistematicidad que se deduce de la facultad moral innata, da razones sobre normas codificadas y reglas razonables. Esta estructura moral innata sería para Freud aquella pulsión que nos gregariza y autoconserva.

Si bien Darwin concebía nuestra disposición moral como una adaptación que a lo largo de la evolución se iba transformando, consideró también que la evolución traía consigo una selección natural donde iba afinándose en las especies el desarrollo a disposiciones comunitarias y selectivas de cada una. La teoría de la evolución contemporánea asume a la capacidad moral como constitutiva del cerebro humano, producto de la evolución biológica. Este postulado tendría semejanzas con el desarrollo de la teoría de las pulsiones que anteriormente describimos.  En este punto parece difícil identificar aquello que es adaptativo y lo que correspondería al determinismo genético de códigos morales.

Es por ello que Prinz[18] en su cuestionamiento sobre si la moral es innata, propone un exigente camino interdisciplinario, busca evidencias que fortalezcan el progreso cognoscitivo, si bien su tendencia es no innatista, es cierto que toda reflexión filosófica debe incidir en un naturalismo metodológico que de un corpus coherente. En lo personal, aparece en mí pregunta: ¿cómo deslindamos el posible determinismo genético de códigos morales de las facultades adaptativas a lo largo de la evolución?   Quizás la postura freudiana nos daría explicaciones de cómo el instinto de vida tuvo que evolucionar en incorporar al otro y generar un instinto social que inhibiera determinadas pulsiones necesarias para perdurar en lazos gregarios.

De pronto esta perspectiva se acerca más a modelos  teóricos sociobiológicos como el de Wilson[19]. Esta perspectiva, defiende un origen adaptativo para nuestra capacidad ética, como  un determinismo biológico de ésta como de aquello que es bueno para nosotros. Dawkins[20] sugiere que genes egoístas buscan la propagación de sí mismos, así los genes son los agentes de  la evolución, si el gen no se adecúa al medio, no prospera. Esta mirada, subrayaría el rol de la supervivencia de genes, propagadores de ventajas hereditarias para los individuos. Suena menos emotivista que la propuesta de Hauser, donde la facultad innata no es orientada a la supervivencia en términos de propagación, sino más bien, a la formación de juicios morales a partir de un módulo u órgano moral que nos permite adquirir un sistema moral en el que nos desarrollaremos.

Podríamos decir que Hauser defiende la continuidad evolutiva de la facultad moral que nos capacita a construir juicios. Y que Dawkins elabora aquella función del gen propagador y a su vez unificador que sobreviva ante la posibilidad de su extinción, tal como Freud realiza en la dialéctica monista del impulso de vida e incluso cuando él propone que la civilización lleva al control o renuncia de pulsiones dentro del instinto social o gregario.

Christine Korsgaard[21] cree en una iniciación evolutiva aunque agregaría que fuera de la continuidad emocional y nuestra capacidad para compartir, tener empatía y compasión, existe una capacidad para reflexionar sobre nuestras intenciones y acciones y para autogobernarnos, acentuando al racionalismo kantiano en todo este armazón conceptual moral.

Finalmente, este recorrido buscó entender si es que la moral individual se da gracias a una instancia capaz de equilibrar las presiones sociales y la fuerza de los impulsos tanto desde la perspectiva psicoanalítica como desde la filosofía moral contemporánea. Considero que el debate ha dado pie a considerar una propuesta que en sus inicios fue subversiva y hoy tiene certezas empíricas.

El módulo moral puede ser sostenido teóricamente a través de la metapsicología freudiana sin embargo, las constataciones se darán desde la psicología moral experimental, el programa de investigación que desarrolla la corriente innatista y no innatista, el descubrimiento de la Gramática Moral Universal o el rechazo a su existencia. Si es que la gramática moral se confirma, aún así, la perspectiva biológica de la moralidad muestra plasticidad frente los postulados freudianos ya que lejos del determinismo moral o psíquico, la libertad del ser humano y la heterogeneidad de comportamientos morales y situaciones morales que la cultura seguirá poniendo a prueba a los individuos será vasta y prolífera.

Si bien la moralidad innata está configurada por principios universales que generan una intuición racional sobre lo bueno y malo según Hauser, la propuesta psicoanalítica introduce el rol del apego como condicionante en la preservación y condicionante en el instinto social.  Rescato que la fuerza que provoca ese apremio a la vida, se da al interior de nuestro organismo, fuerza hoy llamada módulo moral o aparato moral, que se orienta a la preservación gracias a la organización que adquiere frente a la exigencias gregarias o pulsiones sociales.

 

 

 

 


[1] Wallwork,E. 2007. El psicoanálisis y la ética. México. Fondo de cultura económica.

[2] Filloux,Jean Claude (1972) El inconsciente, Barcelona, Oikos-tau.S.A.

[3] Op cit. p.6

[4]Bleichmar, H. (1999) Psicoanálisis y neurociencia Aperturas psicoanalíticas. Revista de psicoanálisis, en:  http://www.aperturas.org visto 08.11.2013

[5] La Planche y Pontalis. Diccionario de Psicoanálisiss.

[6] Stracjey J. Standard Edition

[7] Freud, S. (1895b1) Proyecto de una psicología para neurólogos, en: Obras completas, trad. Luis López-Ballesteros, Biblioteca Nueva, 3 ed., Madrid, 1973, Vol. I, p. 213

[8] Op. Cit pg 232

[9] Freud,S. (1920z). Más allá del principio de placer, en: Obras completas,  trad. Luis López-Ballesteros, Biblioteca Neuva, 3 ed., Madrid, Vol III, pg. 2509

[10] Op cit. 2525-2526

[11] Op cit. 2526

[12] Berenstein, I. (1991) Reconsideración del concepto de vínculo, Psicoanálisis (Ap de BA) XIII (2). p. 219-235

[13] Op cit 2586-2689

[14] Freud, S. (1914) Introducción al narcisismo, en: Obras completas. Trad.Luis López-Ballesteros, Biblioteca Nueva 3 ed., Madrid, Vol II, p. 2019

[15] Mitchell, S. (1993) Conceptos relacionales en el psicoanálisis: una integración. México: Siglo Veintiuno Editores

[16] Hauser, M. (2006)  Moral Minds: How Nature Designed Our Universal Sense of Right and Wrong. HarperCollins Publishers. N.Y.

[17] Dwyer,S. Cómo no discutir que la moral no es innata: Comentarios sobre Jesse Prinz. ¿La moralidad es inanta?

[18] Prinz, J.  (2007) Is morality innate? En: Moral Psychology. Editado por Walter Sinnott-Armstron, Massachusetts. MIT press.

[19] Wilson, Edward O. (1983). Sobre la naturaleza humana. Fondo de Cultura Económica de España

[20] Dawkins, R(1989). El Gen Egoísta. Salvat Ciencia

[21] Korsgaard,C.(1996) The Sources of Normativity, New York: Cambridge University Press

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