Dra. Rosabel Maza

48. ¿Cuál es el rol del apego en la conformación de la moralidad?

Por: Rosabel Maza

Si bien la ciencia afirmará su existencia, en la medida que las investigaciones avancen -tal como se constató con la plataforma neuronal del lenguaje -muchos años posteriores a la postulación que Chomsky hiciera,  es vital  buscar el  punto de encuentro entre filosofía y  ciencia.

A partir de esta necesidad los paradigmas están acercándose, llegamos a la neuroética como una perspectiva experimental que busca entender a través de un contexto evolucionista.  Es tarea de la neuroética investigar sobre cómo se da la toma de decisiones, la motivación moral y las representaciones del propio yo. Así, ésta  se sumerge en la interacción de la evolución y el cerebro social (etología, antropología, biología molecular, psicología de desarrollo, filosofía y ética y neuroética); las neurociencias sociales (toma de decisiones, planeamiento, apego social, agresión, cooperación, castigo, desarrollo del cerebro) ; y, la ley (competencia mental, frontalidad y responsabilidad).

Chuchland se acerca a la moral desde lo cultural y lo neurobiológico y, de esta manera,  naturaliza la moral. Me acercaría a decir que pone el lente en la síntesis del pensamiento y la práctica de la moral en contextos culturales y sociales. Se sitúa dentro del contexto evolucionista y agrega que sólo el naturalismo, hallará las raíces de la moralidad.

Agrega que la  disposición moral no solo se construye culturalmente, sino que también hay registro de intervención de mecanismos neuronales que nos relacionan en el mundo natural y social. Así, como los  comportamientos monógamos o promiscuos llegan a ser explicados a través de la diferencia en distribución de receptores neuropépticos como la oxitocina, y que dicho receptor también tiene un papel predominante en los vínculos familiares; ella considera que los valores éticos nacen naturalmente de procesos cerebrales que cumplen otra función básica: el cuidado de los demás enraizado en el apego de personas en un círculo significativo inmediato.

Para Chuchland, la moral consiste en tender vínculos desde la familia a grupos de relaciones genéticas cercanas, con quienes se establecerán relaciones de altruismo recíproco, generalizado o indirecto. No sólo la cultura define la estrechez de estos vínculos, por ello, fuera de la cultura, se observa las bases de la sociabilidad de los mamíferos, y cree que son parte constitutiva de su cerebro. Esta relación sostenida entre sociabilidad y moralidad, definida por la vinculación directa con factores primarios sociales naturales tiene una base natural en los mecanismos cerebrales para estimar el bienestar propio y de los nuestros.

La constante es:  la búsqueda de supervivencia, y ésta no se da sin el cuidado de los demás, según Churchland. La conducta social sirve para el bienestar de los involucrados, así como para su autocuidado y reproducción, por lo tanto, esta sociabilidad debe haber generado cambios evolutivos específicos en el cerebro por lo que se dieron presiones evolutivas desde el origen.  Churchland considera que los cambios cerebrales pudieron vincularse con la extensión de la sociabilidad inmediata, la adaptación de los mamíferos al medio y su supervivencia. La realidad es la que construyó un bloque social con vínculos e identidad social propia, a la que ella le llama apego y según Churchland, constituye la plataforma neurológica de la moralidad.  Ella postula que compartimos un mismo equipamiento neural de sociabilidad y cognición

Coincido con Churchland al considerar la existencia de una correspondencia intrínseca en el desarrollo de la moral y la cultura, así como en la transmisión de información filogenética que los seres humanos han ido sintetizando en sus genes.  Venimos equipados con una facultad moral que opera sobre las propiedades causales intencionales y acciones morales. Me atrevería a afirmar que los principios fundamentales que nos permiten el desarrollo moral no son explícitos, haciendo hincapié en el desarrollo evolutivo del homo sapiens en su constitución de ser social y ser moral.

Una pregunta podría hacerse y es si el módulo moral existe y no se da la estimulación cultural pertinente, no hay posibilidad real que esto pueda suceder, no hay hombre sin cultura ni viceversa.

Podríamos considerar que el contacto cultural llega a ser un contacto saludable, ya que van construyendo la constitución neuronal de la moral desde sus inicios. Una cultura patologizante podría hacer que los genes involucionaran a una dinámica también patologizada.

Me parece sorprendente que el hombre halla tenido que encontrar la síntesis entre lo biológico y lo moral, así como entre lo biológico y lo psicológico, como un resultado de la adaptación al ambiente y como prolongación de la adaptación biológica en función de su supervivencia y equilibrio homeostático.

La postura de Churchland es atractiva a la luz de las últimas investigaciones de la psicología de desarrollo. John Bowly considera que el apego es decisivo para la adaptación al ambiente, su exploración y desarrollo conllevan al individuo a establecer vínculos emocionales con otros individuos. Bowlby (2006) afirma que el apego es un instinto de todo humano y mamífero, es decir, que tanto animales como humanos tenemos la necesidad de buscar protección en algún individuo, para poder explorar el mundo, satisfacer nuestras necesidades primarias, y lo más importante, desarrollar la cognición social. Conjuntamente, completando la función del apego en la adaptación, este, de alguna manera, empuja a los sujetos, en primer lugar, a buscar una fuente de protección en otro individuo, y en segundo lugar a mantenerse fuera de situaciones que sean potencialmente peligrosas para él, buscando estar a salvo y fuera de situaciones de peligro.

La evolución definió que el ser humano fuera dejando el nomadismo, se establezca y adapte, por ello sus recursos fueron ampliándose,  dentro de ellos su capacidad para la mentalización y aprendizaje de procesos cognitivos que iban a su vez haciendo cambios en las instancias cerebrales. A nuevos retos, nuevas decisiones, nuevos desafíos iban otorgándole presiones evolutivas que generaban vínculos emocionales. El apego y la mentalización fueron necesarias para que el hombre sobreviviera así como el acceder a sus emociones y la de los demás.

Fonagy define que el niño entiende al mundo en su propia representación de la realidad y no en el estado mental del otro.  Esto se produce evolutivamente conforme el niño tiene más experiencia y va internalizando al mundo en sus representaciones, dando paso al desarrollo de la mentalización.

Si la moralidad es un conjunto de principios e ideales que permiten al sujeto distinguir entre el bien y el mal,  me atrevo a decir que si no hubiera un módulo moral ni plataforma innata no podríamos llegar a la mentalización y nos encontraríamos frente a un modelo mental rígido sin capacidad para la elaboración y desarrollo de la moralidad. Si no hubiera esa flexibilidad neurobiológica, el modelo teleológico e intencional formaría robots y no habría la capacidad de mentalizar o la función reflexiva que hace que podamos mirarnos a nosotros mismos en nuestros estados mentales, evolucionar en lo intersubjetivo y en lo social.

Mag. Rosabel Maza

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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