Dra. Rosabel Maza

38. Consideraciones sobre la angustia y la nada.

Por: Rosabel Maza

 

38. Consideraciones sobre la angustia y la nada.

Reflexiones a partir del Capítulo Sexto de Ser y Tiempo de Martín Heidegger

§ 40 La disposición afectiva fundamental de la angustia

como modo eminente de la aperturidad del Dasein

 

 

 

 

 

 

 

Heidegger sostiene en los parágrafes anteriores al que vamos a desarrollar que el hombre posee preeminencia ontológica respeto a los demás entes, por el hecho de interrogarse acerca del propio sentido de su existencia humana, de su ser. El ser humano es una posibilidad de ser él mismo o no serlo, Dasein es el “ser-ahí” quien sostiene su “ser en el mundo”, se reconoce su mundaneidad como característica ontológica –existencial  que el ser posee.   El autor se cuestiona ¿en qué medida es la angustia una disposición afectiva eminente? ¿en qué modo en la angustia el Dasein es llevado ante sí mismo por su propio ser, de tal manera que el ente que la angustia abre, en cuanto tal, pueda ser determinado fenomenológicamente en su ser? [1] El Dasein es apertura, abertura o salida al encuentro del ser. Esta apertura nos manifiesta un trascender desde la nada, como un estar-en-el-mundo que refleja un quehacer de temporalidad finita.

Al encontrarse el hombre en el mundo, trasciende lo cotidiano y descubre la angustia de encontrarse arrojado en el mundo, lo contingente de su existencia, la experiencia de muerte, su certeza de temporalidad, la apertura de decisiones y el reconocimiento de su libertad de ser, de reafirmarse, realizarse y proyectarse hacia una autorealización auténtica. La angustia no hace más que explicar lo que el Dasein mismo abre ónticamente: la posibilidad de avanzar hacia el ser del Dasein que sigue los pasos de un “comprender afectivamente lo dispuesto[2].

La angustia surge como parte inherente del “ser-ahí”. Sólo es posible en la aperturidad que pertenece al Dasein que se funda en la disposición afectiva y el comprender.  Se comprende al “ser” como el cuestionamiento propio de sí mismo en su “estar-en-el-mundo”.

 

“En la absorción en le uno y en el “mundo” del que nos ocupamos, manifiesta una especie de huída del Dasein ante sí mismo como pder-ser-sí mismo propio. … En esta huída el Dasein justamente no se pone ante sí mismo. Darse la espalda a sí mismo, en conformidad con el rasgo más propio de la caída, lleva lejos del Dasien” [3]

En  esta caída, el modo propio de ser-sí-mismo es existentivamente cerrado, cerrado a la privación de una aperturidad. El Dasien huye ante sí mismo: el un ante-qué de la huida viene “tras” de sí.  Esto quiere decir que ante su propia aperturidad, huye ante sí mismo. En el ante-qué de la huida, el Dasein no queda aprehendido en este darse la espalda, Todo lo contrario, al darle la espalda, el ante-qué queda abierto “ahí.”. Este óntico –existentivo de darse la espalda, ofrece la posibilidad de entender ontológico-existencialmente el ante-qué de la huida en cuanto tal.

Queda claro que la caída del Dasein en el uno y en el “mundo” es llamada una “huida” ante sí mismo. Pero no todo retrocede, ni todo es dar la espalda, es una huida.. Pero, ¿cuál es el origen del miedo de este ser-ahí? Retrocede por miedo ante lo abierto por el miedo, ante lo amenazante. En la constitución existencial del ahí, Heidegger reflexiona que el miedo se funda en tres etapas : el ante-qué del miedo, el tener miedo y el porqué del miedo. En el ante-qué, el miedo se transforma en amenazante y temible. El ante-qué del miedo es siempre un ente perjudicial intramundano, que se acerca en la cercanía, y que puede no alcanzarnos. El ante-qué tiene el carácter del amenazar: el Dasein retrocede ante un ente de la misma índole,: retrocede del Dasein mismo.  Lo temible comparece como un ente intramundano, aquí aparece un solipsismo:  el darse la espalda – el huir está fundado en que éste se vuelve hacia el ente intramundano-  absorbiéndose en él.  El darse la espalda  se funda en la angustia, y ésta, a su vez, hace posible el miedo [4].

Todo aquello por lo que el miedo teme es el Dasein, porque sólo el Dasein puede verse reflexivamente a sí mismo y entonces puede experimentar temor. Por lo tanto, su función es abrir a este ente desde su estar-en-sí-mismo a estar-en-peligro. El ante-qué de la antgustia es el estar-en-el-mundo en cuanto tal. [5]

Lo que tenemos que distinguir fenoménicamente es de lo que la angustia se angustia, de aquello ante lo que el miedo tiene miedo. En ante-qué de la angustia no es un ente intramundano. La amenaza no tiene carácter de una determinada perjudicialidad que afecta un poder-ser, el ante-qué de la angustia, dice Heidegger es enteramente indeterminado. Para él, los entes intramundanos son irrelevantes. Nada de lo que está a la mano o de lo que está-ahí dentro del mundo funciona ante lo que la angustia se angustia. La totalidad de lo a la mano, y de lo que está –ahí, carece de toda importancia.

Este algo irrazonable, que causa angustia, que queremos rechazar de nuestra vida, y que sin embargo, nos hace sentir atados por un hilo invisible  y, que tenemos en nosotros , se manifiesta a través de la angustia.  La angustia no ve un “aquí” o “allí”, el ante-qué de la angustia tiene por característica que lo amenazante no está en ninguna parte.  Es así, que la angustia “no sabe” qué es aquello ante lo que se angustia. Sin embargo, este “ninguna parte  significa simplemente nada”. Está “ahí” y también está “en ninguna parte”, oprime y está cerca, pero también está en ninguna parte y “no es nada”. Esto viene a significar fenoménicamente que el ante-qué de la angustia es el mundo en cuanto tal.

“Y experimentamos la angustia. Experimentamos angustia por lo que fue y que ya no podrá volver a ser; por las cosas , los pensamientos, los seres…nos llega como en un perfume vago, angustiado, la existencia de lo que fue. Y que ya tan solo es nada. …” “En la nada va el ente navegando con su universalidad cósmica…con su universalidad limitada…”[6]

La angustia que Fey describe, nos pone en relieve de qué manera ésta es la única vía para comprender la nada. Siguiendo a Heidegger, quien explica que la angustia no se produce ante el ente, sino que el ante-qué de la angustia es lo que permanece indeterminado.

La angustia sobreviene a la libertad del ser, al descubrir lo desconocido. Experimenta angustia por lo que ha sido y no volverá a ser, por la nada misma. Es la falta de significatividad de lo intramundano, que se sigue imponiendo en el mundo en su mundaneidad. La angustia es traer la nada –la no existencia que no existirá nuevamente– a nuestra propia conciencia. No obstante, oprime, está –ahí , el mundo mismo. Una vez calmada la angustia, se dice “no era nada”, acertando ónticamente en lo que era. Aquello que la angustia se angustia no es nada de lo a la mano, se angustia por la “nada”, es decir, el mundo en cuanto tal, que es lo que se ha demostrado que es el ante-qué de la angustia.

La angustia como modo de la disposición afectiva, abre el mundo en cuanto mundo. No es sólo angustia ante…sino como disposición afectiva, es angustia por. [7] La amenaza misma es indeterminada, aquello por lo que la angustia se angustia es el estar-en-el-mundo mismo. Por ello, le quita al Dasein la posibilidad de comprenderse a sí mismo. Arroja al Dasein de vuelta hacia aquello por lo que él se angustia, hacia su poder-estar-en-el-mundo, y se proyecta en posibilidades. Con el “por” de la angustia, el Dasein se abre como ser posible. La angustia revela al Dasein estar vuelto hacia el más propio poder ser.  Es decir, su libertad para tomarse “a sí mismo entre manos”.

En este sentido, la idea de posibilidad es una forma de trascendencia del estar-ahí. Al estar en el mundo, cada Dasein, se hace presente como posibilidad que él es desde siempre. La angustia aísla y abre al Dasein como un solus ipse, un solipsismo existencial, en la que lo lleva, ante su mundo como mundo y ante sí mismo como estar-en-el-mundo.  La disposición afectiva tiene esta manera de abrir.  Frente a cualquier situación, la responsabilidad de una elección continúa presente. Ante todo la cuestión de la angustia es una cuestión de elección y de la libertad del Dasein en su estar-en-el-mundo.

Sin embargo, en la angustia, en esa disposición afectiva de “como uno está” uno siente “desazón”. Como si estuviera en nada y en ninguna parte. Esta indicación fenoménica de la constitución fundamental del Dasein aclara el sentido del estar-en a diferencia del estar-dentro. Estar-en es un habitar en, nos introduce en la cotidianidad del Dasein. La angustia trae al Dasein de vuelta a su absorberse en el mundo. La familiaridad cotidiana se derrumba, el Dasein queda aislado en cuanto estar-en-el-mundo. No huye ante un ente intramundano, sino hacia él.  Huye ante la desazón que se encuentra en cuanto estar-en-el-mundo arrojado y entregado a sí mismo en su ser. Esta desazón persigue constantemente al Dasien y amenaza su cotidiano estar perdido en el uno. [8] Aquí se nos pone de manifiesto que la Heidegger considera que la angustia puede sobrevenir de situaciones incluso anodinas. Al interpretar ontológica –existencialmente la desazón del Dasein es aquella amenaza que viene de él mismo, es una angustia fáctica. El estar-en-el-mundo es un modo de la desazón del Dasein, no al revés, comenta.

“… la angustia suscitada a raíz de la ignorancia con que vivimos respecto de nosotros mismos. Pero, además, cualquiera sea nuestra capacidad de desconocernos o engañarnos, nuestra biografía, inexorablemente, se va cargando con culpas que nos desasosiegan, inquietan, limitan y estrechan nuestra existencia, como desde siempre proclamó la religión y modernamente el psicoanálisis.”[9]

Vallarino habla de Heidegger así como otros autores como Nietzsche, Jaspers, Freud, quienes califica como fiscales escrupulosos de la condición humana, Kierkegaard[10] propone que  “Si el hombre es libre, entonces es indeterminado y llamado a determinarse por sí mismo.”. Tomando a Heiddeger, el hombre es el fruto y resultado de su actividad. Con la libertad se ”apertura” a la posibilidad. Posibilidad que está puesta antes que la realidad misma, que determina la  realidad. La libertad no es lo último, aunque sin ella, lo último no existe.

No podemos alejarnos de un análisis fenomenológico que revela la presencia de la angustia, que nos llevan a poner en relieve el carácter finito, contingente del ser en el  mundo. No son una experiencia de la nada;  son una experiencia de finitud, de límite.  Sólo en la angustia se da la posibilidad de una apertura privilegiada ya que ella aísla. Este aislamiento recobra al Dasein lo saca de su caída y le revela las posibilidades de su ser, como fundamentales del Dasein.

“Dasein que es cada vez el mío, arrojado para ser asumido”. [11]

Ponernos en contacto con la angustia, es ponernos en contacto con la nada. Heidegger considera que la nada es la absoluta negación de la universalidad, la no-existencia absoluta, es lo indeterminado que oprime y nos pone en contacto con la nada, ante algo indeterminado, inefable.

Para terminar, quisiera cerrar este parágrafe coincidiendo con Lerner[12], quien en ¿Por qué leer filosofía hoy? Valora en Heidegger su posibilidad de trazar o trazar de nuevo, el recorrido de lo ya pensado. Coincido con é , que Heidegger intenta que comprendamos y nos situemos en un momento de un proceso que él denominaría el Destino del Ser, en el que el hombre debe tomar una Decisión; decisión que se juega la existencia humana en su dimensión esencial de ser-en-el-mundo.

El cómo y qué hacemos nos consolida en nuestra propia existencia. Resulta irónico que en esta mirada solipsista de la angustia lleguemos a contribuir en autogenerarnos más desazón, mi pregunta sería: ¿es posible que la fuerza que nos distingue como Dasein, aquella posibilidad de preguntarnos y reflexionar sobre nosotros, podría también ahondar en cómo evitar la angustia?  y asegurarnos que el sentido del Ser tenga un lugar privilegiad. No será, tal como digo Heidegger al intentar destruir la ontología a través de su análisis fenoménico-existencial del Dasein, era intentar recuperar las preguntas originarias sobre el Ser, que tanto la filosofía, como el hombre posmoderno ha dejado olvidadas.

En la caída, que refiere Heidegger, en la absorción en el uno y en el “mundo” en que nos ocupamos, seguimos huyendo del Dasein ante sí mismo. Esta huida nos lleva lejos del Dasein, nos aleja de nosotros mismo. Mundo que tiene el carácter de insignificancia, pero que llega a distraernos de la real pregunta y preocupación de nuestro Ser.


[1] Heidegger , Martin. Ser y tiempo. Editorial Universitaria. Traducción de Jorge Eduardo Rivera .Santiago de Chile 1997 pg 206

[2] Heidegger . Op cit. Pg 207

[3] Op cit  185, pg 207

[4] Op cit 186, pg 208

[5] Op cit 186, pg 208

[6] Fey, Esteban Consideraciones sobre la Nada y la Angustia. Signos Filosóficos, julio-diciembre, número 008 pp. 3405-311. Universidad Autónoma Metropolitana. Iztapalapa, Distrito Federal.

[7] Op cit 187 , pg 209

[8] Op cit, 189 pg 211.

[9] Vallarino, Hernán. El Concepto de la Angustia en Kierkergaard.  Revista Psiquiatría Universitaria. GPU 2010; 6; 4: 419-426. En: http://revistagpu.cl/2010/diciembre/GPU%202010-4%20(PDF)/ENS%20El%20concepto%20de%20la%20angustia.pdf

[10] Vallarino, Hernán. Op cit. Pg 422

[11] Op cit, 191, pg 212-213

[12] Giusti, Miguel y Elvis Mejía. ¿Por qué leer filosofía hoy? Fondo Editorial Pontificia Universidad Católica. Lima 2007pp. 197-211

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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