Dra. Rosabel Maza

37. ¿Será posible la recuperación de la ética de las virtudes?

Por: Rosabel Maza

Reconocemos que hay una fragmentación del lenguaje moral en la problemática y debate actual -será posible la recuperación de la ética de las virtudes para superarlo?

No suena alentador frente un mundo donde prima la no autenticidad, donde se corre a prisa y no se detiene uno a sentir, a pensar, a compartir. De pronto, nos estamos convirtiendo todos en aquellos “ hombrecitos gris” que Michael Ende presenta en su libro Momo, quienes se encargaban de la caja de ahorro del tiempo, aquellos que “buscaban el bien” . Sin embargo, deseaban permanecer desconocidos, sin que sepan de su existencia,, sin que nadie pueda retenerlos en la memoria. Aquellos hombrecillos grises  que vigilan nuestro “perder el tiempo” , que habitan en nosotros mismos, que no nos permiten dialogar, nos atan de aquello que antes parecía significativo pero que ahora es inútil.
¿Cómo introducir la ética de las virtudes en un mundo donde prima el poder, los bienes materiales, la acumulación de dinero, lo externo, lo infalible, lo certero?  ¿Cómo introducir la ética en un mundo donde los únicos motores que motivan al ser humano ante el terror de su fragilidad y contingencia es lo visible y constatable?
¿Será posible que los individuos hayan dejado de reconocer al otro? Levinas define al hombre en su relación con el otro. Para él, lo importante es la alteridad, el otro. No existimos desde una perspectiva individualista y trascendemos con nuestra existencia. Trascendemos en la medida que nos involucramos con otros, el tiempo se extiende porque existen generaciones, por nuestra fecundidad, por nuestra trayectoria con el otro.
¿Cómo incorporar aquello en un espacio lleno de egoísmo, de individualismo y del bien centrado en la utilidad personal?  MacIntyre considera que se ha perdido el proyecto universalista de la ética. Las instituciones, han dejado de comprometerse con un lenguaje moral  que se sustente en la universalidad, ahora se encuentran proyectos individuales, en beneficio de una ética utilitarista y egocéntrica. Los debates actuales son un ejemplo de lo inorgánica que se muestra la moral, donde  ha perdido sus connotaciones semánticas.
¿Por qué no atender la llamada de los otros de manera responsable? sostendría Levinas. El discurso debería de unir el espacio público con el privado. Así, la ética aristotélica se instalaría en el contexto institucional. Pero primero, es necesario que el hombre identifique sus metas, sus fines últimos, y éstos deben rescatar las tradiciones en las que la ética reconocía sus  motivaciones en la vida buena. La meta que da forma en las virtudes y preserven la comunión del hombre con la sociedad. Si no tenemos estas metas, es difícil trazar nuestros objetivos somo seres sociales.
Aristóteles orienta nuestras acciones, no sólo contando con el conocimiento de nuestra acción correcta, sino también  con la disposición  para obrar de acuerdo a ésta. El bien depende de ese actuar correctamente. Para él, la virtud no es innata, sino adquirida, ya que siempre el hombre lucha contra lo racional y la incontinencia.  Esta encrucijada existe de todos los tiempos: supone la unidad del fin y del bien.  El no consideró la posibilidad de un conflicto entre fines morales. Su esquema teleológico identifica el fin al que algo tiende con el bien, ya que el bien de algo es llevarlo hasta la realización de su esencia y potencialidades.  Ese fin último, querido por sí mismo, debe ser el fundamento de todos los demás. Si no sucediera así, los fines serían medios para otros fines, y así, los fines no serían lo que son. Hay un fin en sí mismo, y no es un medio para ningún otro. Este fin último, o bien , es la felicidad o eudaimonía.

Para MacInthyre, resulta evidente que nos encontramos ante el desmoronamiento de las utopías humanistas, en las que el hombre es el centro del mundo, donde aparecen ideologías en las que se alejan de lo que “es”. MacInthyre propone, tal como Aristóteles hace con el fin, el bien y la eudaimonía; que nuestros conceptos éticos equiparen el “es” con “el debe”. No se deben desligar los roles sociales con el ser humano. El hombre debe seguir teniendo atributos y ser un ser social, continuar con su práctica cooperativa en la comunidades de practicantes, con estándares de excelencia; en instituciones que promuevan la praxis , y colaborar para que se siga construyendo una memoria histórica .
Tiene que haber un fin último, querido por sí mismo, fundamento para todos.  Frente al creciente atomismo social en la que la única realidad objetiva es el individuo, consideramos que se debe promover una educación humanista que desarrolle la moral del pueblo. El humanismo clásico  a través de Aristóteles,  plantea a un ser como  “es” en realidad y no como “debería ser”.  Un ser que “es” en realidad es aquel que también puede ver al “otro” y reconocerse en él. No es aquel que vive en una cerrazón que lo separa de la alteridad.
El enfoque de la ética de MacIntyre incluye la promoción de las virtudes en el campo educativo, en el legislativo y en el  institucional. Se fundamenta rescatar la práctica de las virtudes y rescatar las tradiciones. En los tiempos modernos existe un quiebre entre la  tradición académica y la reflexión sobre moral y ética.  Dice, :”Poseemos, en efecto, simulacros de moral, continuamos usando muchas de las expresiones-clave. Pero hemos perdido -en gran parte, si no enteramente- nuestra comprensión, tanto teórica como práctica, de la moral” (1).
Esa fusión a la que se refiere es una transformación real del individuo/sociedad que sea auténtica. No fragmentada, no simulada, no conveniente, sino continua, persistente, como único fin.  Siente que hemos perdido la dirección, y que el lenguaje de la moral está en desorden y confusión. Los debates contemporáneos estarán contaminados por la capacidad de sobre razonamiento sobre las mismas temáticas, no se alcanzan acuerdos morales en una cultura caracterizada por la diversidad. Diversidad entendida como pluralidad y desacuerdo en la interacción de diferentes culturas coexistentes donde no se da un reconocimiento del uno con la alteridad. Se manejan disfraces de dominio, de control, búsqueda de subsistencias aún esclavizantes, de rivalidades y desconfianzas centenarias, sin que el dialogo sea un propósito para la hermandad y sentirse cosmopolitas tal como Appiah sugiere.
La inconmensurabilidad de las propuestas e irracionales argumentaciones contrapuestas , la circularidad de las premisas logran ampliar la segmentación social y fragmentación cultural.  El pluralismo moral que se sustenta en los diversos desarrollos culturales es un signo de los tiempos posmodernos. Estas características del pensamiento moral vuelven los discursos fragmentarios y aislados.
Los discursos éticos, fragmentan la teoría de la práxis, llegan a quedar como textos sin contextos, de aislamiento conceptual. La descontextualización sería un mal que determinaría la atomización y la perdida de hilos conductores comunes para el análisis, la reflexión y el debate contemporáneo. Esta constatación se vería agravada por el hecho que gran parte de los conceptos que utilizamos han cambiado su carácter y significado, lo cual realimentaría el desorden.
La tendencia es al desarrollo de diferentes discursos éticos en correspondencia con las identidades culturales que ocupan el escenario de la modernidad / posmodernidad rompiendo la hegemonía del yo y fundando la construcción ética desde el nosotros“. Esta pluralidad de concepciones, conviviendo de manera paralela, en comunidades de “amigos morales” daría origen a las “éticas comunitarias“. Situación que sugiere de inmediato asumir la problemática de los mínimos morales, es decir, los principios que obligan a todos por igual, con independencia de esta heterogeneidad estructural, para, de este modo, asegurar la convivencia de los “extraños morales” y permitir un clima de respetos mutuos (2).
La posibilidad de proveer a la ética de una consistencia racional  se ha ido esfumando debido a la incapacidad de crear puentes entre los diversos discursos sociales.  El esquema aristotélico planteaba un contraste entre el “hombre-tal-como-es” y “el-hombre-tal-como-podría-ser-si-realizara-su-naturaleza-esencial“. La ética es aquella  disciplina que ayuda a las personas a ser capaces de realizar la transición del primer estado al segundo. La moral incluye la naturaleza humana ineducada, el hombre-como-podría-ser-si-realizara-su-telos (propósito)  y los preceptos morales que le permitían pasar de un estado a otro. Es así que los mandatos morales buscan corregir, mejorar  y educar a la naturaleza humana que tiene una  fuerte tendencia a desobedecer.
Suena desalentador encontrar de base una discontinuidad histórica que marca la imposibilidad de darle a la moral y la ética una validación compartida o generalizable.  Una visión aristotélica, que nos acompañó es que en la vida verdadera, la “vida buena”,  podíamos  articular  a que la vida tiene un sentido, finalidades o telos que caracterizarían el devenir humano. Un sentido para lo humano que no se agotaba en sí mismo y que permitía  que se tengan respuestas las preguntas sobre los fines.  Con la ilustración aparece Kant aportando una visión anclada en la racionalidad. La razón permitía  discernir el contenido moral y el acierto ético.  Se convierte en una obligación que no depende de interpretaciones, simplemente nos obliga.
Desde el punto de vista de MacIntyre, gran parte del problema está en que los diferentes proyectos morales dominantes se fundan y desarrollan de manera excluyente.  Al irrumpir la modernidad se arrasa con los preceptos aristotélicos, se instala el imperio de la razón, cambiando este argumento de contenido universal. El planteamiento aristotélico nos lleva a un telos (propósito)  natural, casi biológico …”Para Aristóteles la virtud, sería tributaria de la “vida buena”, vale decir, la vida guiada por la phrónesis, prudencia o sabiduría práctica que trae consigo la felicidad” (3).
Por mi parte, insistiría en esta cualidad que retira “angustias”, al proporcionar sentido y unidad a la vida humana, permitiendo que el sí mismo se proteja de la incertidumbre de prácticas inconexas a que nos somete la modernidad.
Los inconvenientes de la ética y la moral modernas surgen como consecuencia del fracaso del proyecto ilustrado. El individuose autoconcibe como soberano en su autoridad moral.  Las reglas deberían  encontrar un nuevo sentido que las comprenda racionalmente, ésto, para no quedar al arbitrio del deseo y de la exclusiva voluntad individual.
Esta es una difícil y complicada disyuntiva. Cómo lograr que los diálogos totalitarios e integradores cedan su lugar a proyectos éticos que no se sostuvieron a lo largo de la historia. Se ignora que la vida ética sólo es posible cuando exista la comunicación interpersonal, en una comunidad que abarque prácticas susceptibles de aprendizaje, de rectificación y perfeccionamiento.   La inviabilidad ética y social del individualismo es parte de este proyecto o modelo social llamado  “totalitarismo permisivo”,  -correspondiente a la escisión entre objeto y sujeto- y se tolera que el individuo se pierda en sus placeres privados, en una sociedad de irresponsabilidad ilimitada.
Podemos sostener que la vida ética se encuentra siempre encarnada en comunidades que tienen una determinada configuración cultural. No hay ética sin cultura. Nuevamente retornamos a lo trascendental del significado de la alegoría platónica de la caverna:  todo se da a través de representaciones, pero no todo es representación.  Todo se expresa a través del lenguaje, pero el lenguaje mismo presupone el pensamiento. Si no sostenemos la vida ética como una prioridad de que suponga la unidad del fin y del bien, no lograremos que perdure la incansable búsqueda de eudaimonía que permite que el ser trascienda a lo largo de los tiempos.

(1) MacIntyre , Alasdair. 2001″ Tras la Virtud”   Barcelona: Biblioteca de Bolsillo

(2) MacIntyre, Alasdair . op cit.

(3) “En efecto, parece propio del hombre prudente el ser capaz de deliberar rectamente sobre lo que es bueno y conveniente para sí mismo…… Aristóteles, Ética Nicomáquea Libro VI, Pág. 273.

(*) Ende, Michael. 1992. Momo. Bs.As.: Alfaguara

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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