Dra. Rosabel Maza

35. La ciudadanía democrática en los estados multiétnicos. El papel de la educación. Kymlicka

Por: Rosabel Maza

La ciudadanía democrática en los estados multiétnicos. El papel de la educación.

También una mirada psicoanalítica a Will Kymlicka.


Kymlicka señala el papel fundamental que desempeña la educación para la ciudadanía de los niños. Piensa que en ellas se desarrolla  las responsabilidades de cada nueva generación  y ésta no estriba meramente en aprender los hechos básicos relacionados con las instituciones y procedimientos de la vida política, sino también, la adquisición de disposiciones, virtudes y lealtades ligadas a la práctica de la ciudadanía democrática.  Los niños no sólo adquieren estas virtudes y lealtades a través del sistema educativo, sino también en la familia, vecindario, iglesias, sin embargo, las escuelas son indispensables.

Lo indiscutible es la formación de ciudadanos a través de las escuelas, aunque valdría la pena recordar a estas instituciones la importancia de “reinvindicar” la imagen de pertenencia a la sociedad deben desarrollar las familias en conjunción con las escuelas. Este trabajo en conjunto supone la construcción de cualidades y actitudes de individuos capaces de tener un sentido de identidad, y dentro de ellas, considerar la identidad nacional, regional, étnica o religiosa, así como su capacidad para tolerar y trabajar con los demás, participar en procesos políticos, demostrar autocontrol y ejercer responsabilidad personal en las exigencias económicas y elecciones en relación a sí misma y al medio ambiente. La  estabilidad de una democracia moderna no sólo se edifica con la justicia en sus estructuras básicas, sino con individuos que posean estas cualidades.

Es curioso que Kymlicka subraye que muchos de los liberales consideraban que una democracia liberal podía funcional eficazmente con una ausencia de ciudadanía virtuosa, sólo creando equilibrios y sistemas de control.  No es extraño señalar que no puede haber una suma de intereses propios persiguiendo el bien común, ó intereses privados, sin que  se requiera una integración de virtudes cívicas y espíritu público.

Una explicación a ello, podría entenderse a través del sentido de pertenencia que Walzer sugiere. La pertenencia es la relación del individuo con una esfera ya sea política, social, religiosa, familiar , económica, etc. La relación y los vínculos que el individuo haga subrayarán su involucramiento y su pertenencia a un grupo social que lo integrará y se sentirá parte. Si no, nos exponemos a la suma de individualidades, sin pensar en un ser intersubjetivo, que se integra y que genera vínculos con todas las esferas con las que se relaciona en sociedad.

Hegel plantea que el reconocimiento en otra totalidad es vital para ver que es distinta a la mía. Sólo en otra totalidad, la conciencia alcanzará verdadero reconocimiento. Sólo la dialéctica que conduce al reconocimiento de otro, diferente a mí, consolida la totalidad. Obviamente,  supone conflicto entre diferentes totalidades o conciencias singulares, sin embargo, hay ganancias. En la familia, el reconocimiento significaba “intuirse, encontrarse, reflejarse”, y al mismo tiempo en la familia, se va creciendo hacia una idea de sociedad civil, pertenencia cívica y Estado.  El mismo Rawls, comenta que la estructura básica de la sociedad es el sujeto principal de una teoría de la justicia ( 1993, pg 257-289). Sujeto que funciona articulando una teoría de la justicia,  ya que el Estado no puede proteger a nadie que no esté articulado con él, ni esté dispuesto a sentirse parte de él, agregaría Kymlicka.

Kymlicka hace hincapié en que existen ciertas virtudes generales como coraje, acatamiento de la ley; tanto como virtudes económicas como postergar la gratificación y adaptación a cambios; tanto como virtudes relacionadas a la democracia liberal, que son imprescindibles y éstas son: espíritu público y capacidad para valorar la actuación de otro que ocupa un cargo político  e implicarse en el discurso público; sentido de justicia y capacidad para discernir y respetar los derechos de los demás; civilidad y tolerancia; y por último, un sentimiento compartido de solidaridad o lealtad.

Analicemos a través de esta secuencia de virtudes, aquellas que podrían extrapolarse en la esfera familiar. Todo individuo nace en el seno de una familia y su convivencia parte de interacciones en las que se respeta el rol de cada quien, se trabaja los valores de justicia y de pertenencia, como de participación solidaria de los miembros. La valoración hacia el padre y madre, y entre hermanos, hace que se torne un ambiente civilizado de respetos y tolerancias, necesarias a ser luego dirigidas a un ambiente escolar para luego participar como ciudadanos justos en un régimen democrático. La autoridad  parte del respeto y la instalación del padre como normativo pero gratificador. También podemos pensar que las funciones padre y madre están estrechamente ligadas a la función de la transmisión de un deseo.  El deseo no debe dejar de considerar un proyecto de vida participativa a nivel político y social de su hijo. En un espacio de debate  libre y abierto familiar, se logra instalar características fundamentales en ciudadanos de democracias representativas.

Galston (1991), aporta la idea de desarrollar una virtud del discurso político, que incluya la disposición a exponer opiniones de una manera persuasiva y no coercitiva.  Macedo (1990), lo nombra como <moderación pública>, a la posibilidad de sustentar y no afirmar sin razones las propias preferencias para convencer y no amenazar. Si continuo con la idea del deseo del padre y la madre, podemos también considerar que este deseo puede romper con puntos de vista históricos y sociológicos; y que éstos podrían openerse a él y entrar en disputa. Por ello, toda dinámica coercitiva es dañina para la identidad del individuo, tanto como para  la identidad del ciudadano.

Propone una mirada mínima y máxima de ciudadanía, en la que mínimo tiene que ver con una ciudadanía que implica un respeto pasivo hacia las leyes, sin el activo ejercicio de los derechos políticos. La máxima destaca aspira a una participación más amplia. McLaughlin (1992) Esta mirada mínima y máxima supone actitudes de involucramiento con relación a un padre simbólico.  El padre freudiano, no sólo es el padre que prohíbe, también el padre trasgresor (la horda primitiva de Tótem y Tabú), como un padre que señala el camino como Moisés.  EL padre simboliza, o la función paterna intenta mostrar un camino, y no sólo prohibir y castigar, sino que también se apoya en la ley, que le sirve de límite para que él mismo no la trasgreda como en la horda primitiva. El padre humaniza la ley para que se humanice a sí mismo y por ello la ley se vive a través de una imagen instalada por él.  Toda pasividad o actividad tiene relación con vínculos tempranamente formados en la familia, luego en la escuela para ser instalados en la sociedad.

Los individuos deben ser libres para seguir sus propios conceptos del bien, y si es que están dentro de una institución política injusta o no saludable, su libertad les da las herramientas para exigir, y ser movilizados -no por el castigo frente a la violación de la ley-, sino más bien por una moderación pública que exprese con firmeza sus opiniones y debata para exigir una ciudadanía mínima. Kymlicka considera a la no discriminación como una manera de entender la civilidad.  Busca una no discriminación de raza o género, que violan el compromiso liberal de la igualdad de oportunidades. Igualdad de oportunidades que no sólo depende del gobierno, sino también de las acciones de las instituciones que existen en la sociedad civil, corporaciones, escuelas , hasta en los  patronos, etc.

Ahora, ingresemos a desarrollar la idea de crear la necesidad de una Educación para la ciudadanía en las escuelas. ¿Son las escuelas el escenario apropiado para enseñar virtudes? Kymlicka considera que tienen un papel inevitable, considerando que ninguna otra puede tomar su lugar. Difiero con él, como ya antes he venido desarrollando, ya que la familia para mí, es el vértice inicial de este proyecto de civilidad. Y la familia está antes que la escuela, y en ella, los modelos parentales son fundantes de toda relación del individuo con el Estado. Quizás son un escenario menos familiar, preliminar al Estado, en el que la moderación pública es menos subjetiva y más abierta a debate y en el que las individualidades se disuelven en medio de un grupo heterogéneo y libre, aunque sí es claro que cada escenario enseña virtudes que van migrando y desarrollándose hacia virtudes cívicas específicas de la participación política.

Si bien la participación política requiere la capacidad de crear coaliciones, estimula justicia y a moderación pública. La vida política plantea el esfuerzo de escuchar o acomodar las necesidades y puntos de vista de los demás. Acaso estos no son los objetivos formativos dentro de una familia? Ayudar a la formación integral del hijo, en le que consiga ser una persona autónoma y libre que supere el egoísmo, que se auto exija, que desarrolle su capacidad crítica, que tenga apertura a los valores, y crezca acomodando sus necesidades y acepte los puntos de vista de los demás. Deberá aceptar coaliciones y estimular justicia. Tal como Walzer lo señala, la civilidad que hace posible la política democrática sólo puede aprenderse en las redes de asociaciones que establece la sociedad civil. (Walzer 1992).

Las responsabilidades se irán instalando en las sociedades civiles, instituciones religiosas, instituciones académicas, políticas y sociales e irán articulándose en la medida que se evite la tiranía y el despotismo (Okin, 1992, pg 65) . Podemos decir que a la discriminación la consideramos como un tipo de despotismo en el que se tienen prejuicios e intolerancias.

Consideramos, que la civilidad aprendida suele ser pasiva, vemos poca independencia y actividad. Debido a ello, se nos hace claro la necesidad de  <reconstruir> basándonos en nuevas condiciones de libertad e igualdad.  Esta es una propuesta que se tiene que tener en cuenta ya que a pesar que las asociaciones o entidades escolares puedan enseñar virtudes cívicas, no se puede esperar que solucionen lo que las familias no han hecho. Se aprende a vivir en virtudes y en comunidad multiétnicas con libertades y respetos individuales. Sabemos que los padres irán organizando la vida de sus familias, los sacerdotes en las iglesias también intentarán encaminar a los individuos con valores para que promuevan al máximo la ciudadanía. La virtud cívica es una meta donde las personas deben dirigirse y no aprenderán automáticamente públicamente, sin que no hayan desplegado estos valores desde sus vínculos fundantes.

Rosabel M. Maza / Lima, Perú
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